Siempre me ha resultado llamativo que el filósofo sea uno de los personajes menos abundantes en cine. Más allá de ciertos biopics o de dramatizaciones acerca de algún suceso en la vida de un filósofo, no se les ve constantemente en pantalla. De hecho, tal vez resulte difícil imaginar a un personaje entrando a su escena que, al ser interrogado acerca de su profesión diga: “soy filósofo”, en un tono que recordara a Humprey Bogart, Vincent Price o, incluso, a alguna estrella contemporánea del cine de acción. Lo que sí es frecuente afortunadamente ver, es que cierto concepto, de cierto autor sea reimaginado a partir de la imagen cinematográfica. Como ejemplos de todo lo anterior se puede mencionar Ágora del director español Alex Amenábar (quien toma a Hipatia de Hipona como protagonista) o bien, una cinta que abordaré más adelante, El caballo de Turín de Bela Tarr.
Artículo publicado en Revista Reflexiones Marginales. Se puede consultar en el enlace: